Después de meses de ausencia en los que he realizado un importante viaje de introspección, me animo a compartir con vosotras algunas reflexiones que, desde mi punto de vista, todos deberíamos hacer antes de decidir dar el gran paso.
¿Es la persona adecuada para mí?
Por supuesto, esta pregunta es la más importante y seguramente ya la habrás respondido. ¡Pero nunca está de más recordar que lo más importante de una boda es la persona a la que prometes amor eterno!
Yo jamás daría el Sí Quiero a una persona que me anima a conformarme con mi vida, que no me apoye cuando le diga que quiero seguir creciendo (ya sea laboralmente o en un camino de crecimiento personal). Nunca me casaría con alguien que no comprenda que a veces necesito momentos de soledad, ni con alguien que se enfade conmigo si un día no estoy al 100%. No compartiría mi vida con alguien que me pide explicaciones por todo y no entiende que, a veces, ni siquiera yo sé los verdaderos motivos por los que hago ciertas cosas (¿cómo explicar la intuición o el simple deseo de hacer algo sin pensar en las consecuencias?).
Por supuesto, este prototipo de persona no tiene que ser necesariamente el tuyo. Piensa en qué tipo de persona necesitas a tu lado y valora si tu pareja es esa persona. Nunca intentes cambiar al otro, ya que normalmente no funciona y acaba convirtiéndose en un problema.
¿Cómo respondemos (los dos) en caso de conflicto?
Si lleváis tiempo juntos, es más que probable que ya hayáis tenido que resolver algún que otro conflicto. Te animo a pensar en ellos y analizar cómo reaccionasteis los dos: tanto en ese mismo momento como en los momentos posteriores.
Los conflictos son totalmente normales, e incluso me atrevería a decir que necesarios para afianzar la relación y seguir creciendo como pareja. Pero, por supuesto, no es lo mismo estar con una persona que aprovecha el mínimo problema para echarte en cara mil cosas que con una persona que, aunque en un primer momento pueda reaccionar mal, luego trata de encontrar una solución al problema.
En muchas ocasiones, incluso interpretamos como un ataque algo que la otra persona nos ha dicho cuando realmente no ha sido así. Muchas veces vemos en los demás un reflejo de nosotros mismos y, si hay algún punto que nos resulta conflictivo, sentiremos que cualquier comentario es un ataque.
Para mí, una relación exitosa y feliz requiere tanto de empatía como de autoconocimiento. En mi propia experiencia, a medida que he aprendido a conocer mejor mis necesidades y mis «traumas», he podido comprender mejor que algunas reacciones que me molestaban de mi pareja realmente eran un problema mío de percepción.
Por supuesto, es un tema muy complicado que daría para hablar largo y tendido, y debemos andar con mucho cuidado para no justificar actitudes y acciones realmente dañinas y tóxicas. Con el tiempo he llegado a la conclusión de que una autoestima fuerte es el mejor filtro para saber qué es sano y qué no, pero esto no siempre es tan fácil. Encontrar el equilibrio entre mandar todo al traste al primer problema y aguantar más de la cuenta es realmente difícil. Si te sientes mal y no sabes realmente si debes aguantar más o no, busca ayuda.
¿Cuál es el motivo por el que quiero casarme?
Si llevas tiempo aquí ya sabrás que soy una romántica de manual. Por ello, para mí el principal motivo es EL AMOR. Hay personas que deciden casarse por motivos prácticos (tributación conjunta, menos líos para registrar a futuros hijos, traslados al extranjero, permisos de residencia… cualquier cosa). Sea como sea, para mí es muy importante reflexionar acerca del verdadero motivo. Por supuesto, el matrimonio puede ofrecer una serie de ventajas a la pareja (aunque cada vez menores), pero no creo que deban ser el motivo principal para dar el paso.
Mira a los ojos a tu pareja e imagínate dentro de 20 años a su lado. ¿Te hace sonreír la imagen que ves? ¡Entonces adelante!
¿Puedo permitirme la boda que tengo en mente? ¿Realmente la necesito?
Estoy segura de que has soñado una y mil veces con el día de tu boda, y tienes una imagen bastante clara de lo que quieres. También es muy probable que, si has empezado a pedir presupuestos, te hayas planteado retrasarla para poder ahorrar y hacer frente a todos esos gastos. ¿Realmente quieres atrasar ese momento tan especial? ¿Te compensa tener una boda de ensueño si tienes que esperar años para ello?
Yo tuve que descubrir mis preferencias a la fuerza. Después de años retrasando la boda de nuestros sueños para poder pagarla, decidimos casarnos con una ceremonia y un banquete mucho más sencillo y económico. Estábamos hartos de esperar y planeamos todo con apenas unos meses. Por desgracia, 15 días antes de nuestra boda nos encerraron a todos en casa y tuvimos que aplazar la boda. Pusimos una nueva fecha que tuvimos que posponer nuevamente. Después de eso, la enfermedad de mi abuelo empeoró y falleció. La realidad es que, por haber querido una boda en la que no faltara nada, al final faltará lo más importante: personas importantes para mí.
De corazón, no le deseo eso a nadie. ¿Qué es más importante para ti? ¿Una boda maravillosa o una boda en la que no falte nadie? ¿Una boda espectacular dentro de años o una fiesta más sencilla dentro de poco? La vida es muy incierta, y nunca sabemos qué nos depara el futuro. ¿Realmente quieres seguir aplazando ese momento?
En resumen…
Una boda es un acontecimiento muy especial en la vida de cualquier persona, y por ello creo que debe ser una decisión meditada. Si tienes claro que la persona es la ideal, no lo pienses más y da el gran paso. La fiesta es secundaria, y aunque hace muchísima ilusión celebrarlo, el lujo de la fiesta no es lo más importante.
¿Qué opinas tú de todo esto? Me encantaría que dejaras un comentario contándome si ya habías pensado en ello, si te ha hecho reflexionar o si, por el contrario, no estás de acuerdo con ello. ¡Estoy deseando leer vuestro punto de vista!
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